miércoles, 15 de agosto de 2012

TARTA VINTAGE Y MIS 32 AÑOS

Y  diréis: "Qué poco original es esta chica!!!". Seguramente lo parezca, pero esta tarta representa sentimientos muy profundos en mí, con total probabilidad los más importantes de mi vida.

No es que este cumpleaños sea especial respecto a los 31 que le precedían, de hecho ha sido uno de esos años en que más bien me daba igual (ya ha pasado la crisis existencial al cruzar la barrera de los 30, esto está "chupao"). Sin embargo, este dulce enganche que me produce el sugarcraft me impedía dejar pasar un año más sin hacer mi propia tarta  decorada.

La tenía muy pensada, desde los colores, las flores, los contrastes, el simbolismo... A mí me gusta mucho todo lo vintage, me parece tan elegante, tan sofisticado, tan opuesto a mí en muchísimos aspectos. Siempre he deseado tener una vida más ordenada, ser más convencional, tener menos sobresaltos vitales... por eso esta tarta encierra todo aquello que amo sin recargarla demasiado.

Para empezar quería poner flores sobre tonos turquesa, porque me recuerda a papel pintado de mi infancia. Allá donde uno iba encontraba paredes decoradas de esa manera. Y cuando trato de recordar exactamente dónde, no soy capaz.


Y las flores, esas delicadas rosas y esos perfumados jazmines tan bucólicos... Cuando me pongo a hacer flores pasan las horas sin darme cuenta. Adoro pintarlas, darle un toque aquí y otro allá. Las flores son la primavera en sí, esa época en que todo parece que comienza, en que la vida se abre camino y salta todos los obstáculos. Las flores me trajeron lo mejor que tengo en mi vida: mis hijos.

Finalmente, quería que ellos, mis hijos, estuvieran en mi tarta de una forma sutil. Coloqué cada una de sus iniciales alrededor de la tarta y, a la vez, unidas por el símbolo de la tríada, el amor eterno, el amor de una madre... Aunque tengo a dos a mi lado, mi angelito del cielo tenía que acompañarme en mi día.

Para rematar la tarta, le di el toque de bronce a los símbolos, a modo de perfil cual las tacitas antiguas que tienen nuestras madres en las vitrinas.

Fue una tarde en familia muy agradable, como siempre cuando te reúnes con la gente que más quieres, como siempre cuando estoy con los míos riendo y escribiendo historias que son para siempre nuestras.
Para acabar, os contaré que el piso inferior era un bizcocho riquísimo de chocolate relleno de buttercream de menta, mientras que el piso superior era un esponjoso bizcocho al aroma de brandy relleno de dulce de leche y de chocolate blanco con un toque también de brandy.

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